A veces uno se pregunta cómo sería su vida si hubiera tomado otras decisiones. Trata de imaginarse a sí mismo en una actividad laboral diferente o casado con otra persona. Ensaya dilucidar si se sentiría más feliz. Tal vez ocurra que ciertas personas vivan insatisfechas con una o con otra opción, así como otras sean capaces de hallar felicidad en ambos casos. Que su bienestar o su malestar no dependa tanto de las circunstancias externas. Para comprobarlo haría falta acceder a una realidad paralela donde uno se encuentre transitando ese otro camino que pudo haber elegido. Eso es lo que sucede en la ficción teatral de "Cancún" ideada por el dramaturgo español Jordi Galcerán (El método Grönholm).
La obra presenta a dos matrimonios de vacaciones que comienzan a fantasear con la idea de "lo que pudo ser". Cuando todo parece encaminarse hacia la comedia sexual, una confesión echa un balde de agua fría. Entonces se abre una instancia que va mucho más allá del intercambio de parejas.
Divertida, irónica y reflexiva, la obra que dirigen Guillermo Montilla Santillán y Pablo Parolo se interna en temas que enfrentan al espectador con su propia historia. Lo hace reír pero también lo lleva a plantearse cuál es la clave de la felicidad. Si somos dueños de nuestro destino o es el azar, o es el otro, quien decide por nosotros.
Cuatro personajes que atraviesan una montaña rusa de emociones, cambios de rol, declaraciones de amor y de rebeldía. Sorpresas que juegan con las estructuras de lo convencional y se burlan de los estándares de la clase media. Un texto inteligente en manos de cuatro actores talentosos, que se lucen en su tarea. Excelentes interpretaciones de Soledad Valenzuela y Pablo Parolo. De alto nivel la labor de Gabriela Gil Deza y la de Catto Emmerich, que revela un atractivo perfil dramático.
El teatro demuestra una vez más que las mejores obras de ficción son aquellas que no pueden rotularse simplemente como comedias o dramas, sino que son ambas cosas, como la vida misma.